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Breve historia de los Nativos Americanos

Nativos Americanos: los origenes 

Al principio fueron llamados “indios”, después “piel roja” y por fin, con una definición politically correct, “Nativos de América”. Como bien sabe quién se ocupa de lingüística, el mero hecho de definir la misma realidad con diferentes palabras, significa que falta claridad sobre su origen y los siguientes desarrollos de ésta.

 

Efectivamente, para los indios que fueron aniquilados a través de un cruel genocidio autorizado por los nuevos colonos provenientes de Europa, la falta de claridad ha sido más que evidente. Sin embargo la definición “nativos de América” solo es un ajuste de palabras que no fotografía con detalle la identidad de una comunidad que, según los estudios arqueológicos más recientes, fue fundada por grupos de individuos que, en repetidas ocasiones y en diferentes épocas, atravesaron el estrecho de Bering estableciéndose en el nuevo continente: asiáticos, pues, con poco de América.

Por otra parte todos los estudiosos defienden la teoría según la cual durante la glaciación de Wurm, definida también de Winsconsin (entre el 90mil y el 8mil a.C) ese istmo se haya cubierto de hielo y haya podido constituir así un único territorio que unía las extremidades de América del Norte y de Asia del Norte. En esa plataforma de hielo se movieron tribus enteras, a la búsqueda de nuevos territorios. Esa fue la última interpretación que intentó darse para explicar una historia con un origen incierto, y que define a los primeros indios como paleo-siberianos.

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Durante las primeras épocas de deshielo las comunidades que vivían en la actual Alaska, se distribuyeron a lo largo de todo el continente, colonizándolo y adquiriendo costumbres a las cuales se enfrentarían los primeros colonos. Durante varios siglos estas pequeñas comunidades locales desplazaban persiguiendo las grandes presas, como el bisonte, que constituían la principal fuente de sustento. Los testimonios recopilados por los arqueólogos hablan de poblaciones nómades, dedicadas a la caza, que vestían con las pieles de las presas y vivían – al principio – en cuevas o cabañas hechas de ramas y pieles.

El desarrollo de las tribus llevó consigo también una inevitable distinción, que provocó la creación de tribus autónomas, cada una caracterizada por elementos culturales específicos y diferentes de las demás. En el curso del tiempo se distribuyeron de Norte a Sur, creando verdaderas culturas, de las cuales aún se admiran los restos. Al Sur se afirmó la “civilización madre meso-americana”, la de los Olmecas, que terminó influyendo sobre las posteriores: Maya, Aztecas y Toltecas entre otras; en el norte del continente, por otra parte, los Nativos se distribuyeron ocupando grandes áreas ricas en fauna comestible y aptas para las primeras formas de agricultura, áreas que los arqueólogos han individuado en las grande llanuras del centro América.

La colonización “blanca”

Durante el siglo XV la llegada del “hombre blanco” alteró por completo el cuadro social y evolutivo: España, Francia, Inglaterra, Holanda, Rusia y Portugal enviaron diferentes expediciones con la intención sí de acapararse la gran parte de las riquezas que se habían producido en esas tierras, pero también de sentar las bases para una verdadera colonización, algo que pasó muy pronto.

La actividad principal, durante el primer siglo de contactos, fue la del comercio de las pieles, unas mercancías consideradas muy valiosas, y por eso bien pagadas a todo aquel que comercializaba con grandes cantidades. Esa fue la principal causa de las primeras luchas intertribales que llegaron a provocar la caída de una civilización que había sabido conservarse intacta durante miles de años.

Los primeros pagos por parte de los europeos se hicieron con el intercambio: en principio utensilios en metal, muy apreciados, y después ropa, armas y licores: un cambio que dió paso a épocas difíciles. El golpe de gracia vino con las numerosas y feroces epidemias, provocadas a través del contacto entre los colonos y los nativos, que no tenían defensas para enfermedades (europeas) provocadas por virus para ellos desconocidos.

Cuando la caza indiscriminada dejó escasez de ganado para pieles, la crisis fue horrible: para buscar nuevas zonas de ganado, los colonos empezaron a moverse, invadiendo de hecho unos territorios que habían sido ocupados por los nativos durante siglos y siglos, y que se oponían a esta ocupación.

nullLa primera riña pasó en 1622, cuando Opechancanough, jefe de los indios de la Confederación de Powhatan, mató en una masacre, a 350 colonos ingleses: un acto que provocó una serie de represalias y que llevó a la destrucción de las aldeas indígenas. A partir de ese momento empezaron las guerras y las luchas entre colonos y nativos, que duraron cuatro siglos y provocaron miles y miles de muertes, en ambos bandos.

La épica colonización se ha contado siempre desde el punto de vista del “hombre blanco”, que describía a los nativos como salvajes, incapaces de convivir según las más simples reglas sociales. En los últimos cincuenta años, pero, se está haciendo justicia, y la narración de esa época ha pasado a ser más histórica que legendaria, aunque sobrevivan figuras imborrables, como las del General Custer y de Toro Sentado. Hoy todos sabemos cómo terminó la historia: el genocidio de los nativos americanos sigue siendo una de las heridas más graves y profundas de la historia de la Humanidad.

Todos los historiadores concuerdan con el hecho de que, si los nativos se hubiesen unidos en un único grupo y hubiesen luchado para rechazar a los invasores, nadie les habría rebatado sus tierras ni matado sus tribus.

Hoy en día los herederos de esas culturas reclaman atención y un mayor compromiso social a una sociedad que ha preferido segregarles en guetos separados, evitando reconocerles la centralidad y la importancia que han tenido en la creación de la Historia Americana.

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