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Samhain, el origen de la fiesta de Halloween

Halloween, también conocido como Hallowe'en o Allhalloween y All Hallows'Eve es una fiesta pagana, de antiquísima tradición gaélica y celta, que ha llegado hasta nosotros, y conocida en la sociedad celta con el nombre de Samhain.
El 31 de Octubre, en efecto, marcaba para los Celtas el final de la estación de la cosecha y el principio del invierno "the dark season" (ndr), el Samhain, que derivaría del gaélico samhuinn y significa "summer’s end", final del verano. En Irlanda, la fiesta era conocida como Samhein, o La Samon, la fiesta del Sol.

 

En aquella época del año los frutos de los campos estaban asegurados, el ganado había sido bien alimentado del aire fresco y de los pastos de los montes y las reservas para el invierno habían sido preparadas. La comunidad, por tanto, podía descansar y agradecer a los dioses su generosidad. Esto se hacía a través del Samhain, que servía para exorcizar la llegada del invierno y de sus peligros, uniendo y fortaleciendo a la comunidad gracias a un rito de paso que propiciara la benevolencia de las divinidades.


La antigua literatura irlandesa (del siglo X) menciona el Samhain como una de las cuatro festividades principales para los Celtas, con Imbolc (1 Febrero - Inicio de la primavera), Bealtaine (1 Mayo - el comienzo del verano) y Lughnasa (1 Agosto - El comienzo de la temporada de cosecha y Año Nuevo).
Según la mitología celta Samhain era la más importante de las cuatro festividades del año, y duraba tres días y tres noches: un tiempo en que todos los clanes se reunían, se declaraba la paz y se celebraba. En un antiguo relato se lee que cada siete Samhain se celebraba un Festival llamado Tara, presidido por el Rey de Irlanda, en el que se promulgaban nuevas leyes y se reorganizaba la sociedad.

Los celtas creían que en la víspera de cada año nuevo, el 31 de octubre, Samhain llamaba a todos los espíritus de los muertos, que vivían en una tierra de eterna juventud y felicidad llamada Tir nan Oge, y que las fuerzas de los espíritus pudieran unirse al mundo de los vivos, provocando así la disolución temporal de las leyes del tiempo y del espacio y haciendo que el más allá se fusionara con el mundo de los vivos y permitiendo a los espíritus errantes vagar tranquilamente por la Tierra. Samhain era, pues, una celebración que unía el miedo de la muerte y de los espíritus a la alegría de las festividades para el final del viejo año.

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Durante la noche del 31 de octubre se celebraban concentraciones en los bosques y colinas para la ceremonia de la ignición del Fuego Sagrado y se realizaban sacrificios animales. Vestidos con máscaras grotescas, los celtas volvían a la aldea, alumbrándose con linternas constituidas por cebollas talladas en cuyo interior se colocaban las brasas del Fuego Sagrado. Después de estos ritos los Celtas celebraban por 3 días, disfrazándose con las pieles de los animales muertos para asustar a los espíritus.

En esta ocasión los espíritus de las hadas, temidas y respetadas, entraban en el mundo de los hombres que les ofrecían comida, bebidas y, a menudo una parte de la cosecha, para propiciar una buena fortuna a la familia durante la "temporada oscura" - el invierno.
En toda Irlanda - y en buena parte de la Inglaterra - se tenían festejos y se preparaban juegos, ritos y competiciones, pero el momento más esperado era el de la Adivinación: la lectura del futuro y de los sueños.
Las casas se iluminaban con velas y antorchas y se hacían los fuegos artificiales que, se dice, ayudaban a las almas de los muertos a encontrar su camino a casa, pero sobre todo a alejar al diablo y a los espíritus del mal.

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La leyenda de Jack'o Lantern


El símbolo por excelencia de Halloween se ha convertido en la calabaza tallada e iluminada por una vela y, si su función inicial era mantener alejados a los espíritus del mal, hay una leyenda asociada. Según los irlandeses, de hecho, representa un alma a la que se le ha negado la entrada tanto en el infierno como en el cielo. 

Cuenta la leyenda que una noche, volviendo a casa ubrico, Jack (de ahí el nombre) se encontró con el diablo y que lo convenció, con el engaño, para trepar a un árbol. La idea de Jack era atrapar al diablo y por eso talló una cruz en la corteza del árbol. Para dejarle ir Jack pidió al diablo que nunca  reclamaría su alma.

Éste acepta, y Jack dedica toda su vida a los vicios, a beber, a celebrar y a pecar. En el momento de la muerte, dada la cantidad de pecados cometidos, los guardianes del cielo le impiden entrar y el Diablo mantiene su promesa, dejando a Jack fuera del Infierno. No sólo eso, le lanza un puñado de carbón ardiente, que Jack introduce en una calabaza vacía, creando una antorcha que le ilumine la noche. Desde entonces, el alma de Jack ha estado deambulando con su linterna, buscando un lugar para descansar.

 
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